por Ing. Jorge Luis Barba Moreno
Circular por una carretera o vía urbana que cumpla con los parámetros de seguridad y confort que se establecen en las normas debería ser una de las experiencias más gratas a experimentar al circular por ellas, independientemente del vehículo en el que se haga. Para llegar con bien al destino final, se necesita la sinergia de tres factores: un buen diseño geométrico de la vía, buenas condiciones mecánicas del vehículo en el que se traslada, y un buen comportamiento del usuario que maneja el vehículo en cuestión.
Con la finalidad de asegurar que las vialidades cumplan en su diseño con las características antes mencionadas, deben dotarse de diferentes elementos que en conjunto ofrezcan las condiciones ideales para una circulación segura. Entre ellos se encuentran las barreras de contención. Éstas se han posicionado históricamente como uno de los elementos de seguridad vial imprescindibles en el diseño de las vialidades, especialmente en las carreteras, donde, en teoría, hay mayores riesgos de los cuales proteger a los usuarios, como lo pueden ser curvas peligrosas, terraplenes altos, obras de drenaje, obstáculos adyacentes al camino, entre otros, que junto con las altas velocidades que los vehículos alcanzan a desarrollar en ellas, pueden ocasionar eventos fatales en caso de algún incidente vial. Es por esto que en la actualidad es difícil concebir una carretera que no cuente con estos elementos.
Por conocimiento empírico, los usuarios de las carreteras perciben una vía más segura al observar la presencia de barreras de contención en zonas en donde ellos consideran peligrosas, aunque estas no necesariamente se encuentren localizadas en la mejor ubicación, ni de la mejor manera.
De acuerdo con la norma NOM-037-SCT2-2012, “Barreras de protección en carreteras y vialidades urbanas”, estos elementos se instalan longitudinalmente en uno o en ambos lados del camino, con el objeto de impedir, por medio de la contención y redireccionamiento, que algún vehículo fuera de control salga del camino, por fallas en la conducción, condiciones meteorológicas o por fallas mecánicas.
Bajo este concepto definido en la norma, las barreras de contención cumplirán su función para las que fueron colocadas, la de evitar la salida del camino de vehículos en caso de un incidente vial, y redireccionarlos al mismo, siempre y cuando estén bien instaladas y se les dé el mantenimiento correspondiente inmediatamente después de haber sufrido una colisión.
Sin embargo, existe una minoría de usuarios vulnerables que también circulan por las carreteras, como lo son los motociclistas y los ciclistas, quienes por la naturaleza de su vehículo, no cuentan con una carrocería que los proteja y los redireccione al camino en caso de un incidente. Al presentarse un evento de este tipo, el motociclista/ciclista caerá de su vehículo y se deslizará por el pavimento en una distancia que estará establecida en función de la velocidad a la que vaya circulando. Bajo este escenario, la norma no protege a estos usuarios, ya que en su diseño no considera ningún elemento que evite la salida del camino de ellos ante un incidente, debido a que, por norma, la lámina debe quedar separada del pavimento a una altura tal que alcance a contener a los vehículos, altura suficiente como para que una persona pase por el espacio libre formado entre el límite inferior de la lámina y el pavimento.
Para evitar esta situación, las barreras de contención deben ser acompañadas de un sistema para protección de motociclistas y ciclistas, el cual no es otra cosa más que una pantalla metálica continua instalada debajo de una barrera de protección común, que tiene como finalidad reducir la severidad de las lesiones e inclusive la muerte del motociclista o ciclista, debido al impacto directo contra los postes de las barreras metálicas, o al deslizamiento por el espacio libre entre dos postes consecutivos, quedando expuestos al peligro que la propia barrera metálica está protegiendo. Si queremos contar con vialidades más seguras, debemos comenzar por pensar en los diferentes usuarios de las vías y en los peligros a los que cada uno de ellos está expuesto. El incremento en los costos de construcción de una vialidad por la implementación de este tipo de elementos bien vale la pena, ya que estas pequeñas acciones pueden significar la diferencia entre la vida y la muerte de una persona.